La temperatura corporal normal del gato está entre los 38 y los 39°C y, si por algún motivo, supera los 39°C hay que buscar la causa del problema. Una temperatura superior puede indicar fiebre, debido a alguna enfermedad, o puede ser indicativo de un golpe de calor, en cuyo caso la temperatura puede subir rápidamente hasta los 42°C.
En este caso hay que actuar con rapidez, ya que en los casos graves, se puede producir la muerte del gato. En general, el golpe de calor suele producirse en espacios reducidos y mal ventilados, como una habitación cerrada, un coche, un transportín, etc.
Los gatos de pelo negro son más propensos a sufrir un golpe de calor debido a que el color negro absorbe más el calor. Igualmente, los de morro chato, como el Persa, tienen una mayor predisposición debido a que la forma del morro provoca una peor ventilación natural al gato.
Los síntomas del golpe de calor pueden ser más o menos evidentes en función de la gravedad, pero en general los gatos se muestran más letárgicos, con pocas ganas de moverse, les aumenta el ritmo cardíaco y la respiración, que se vuelve dificultosa. También se puede apreciar a veces que las mucosas de las encías se vuelven azuladas, y pueden presentar temblores musculares o vómitos.
Si vemos que nuestro gato está sufriendo un golpe de calor, debemos actuar de inmediato. Para bajarle la temperatura corporal, hay que llevarle a un sitio fresco y aplicarle agua fresca (no demasiado fría) al cuello, cabeza, ingles y axilas.
Cuando se haya estabilizado un poco, hay que acudir rápidamente al veterinario, que le hará un reconocimiento completo y nos indicará la mejor forma de tratarle.